A un año del golpe en Honduras
Hace 365 días, un nuevo golpe de estado sacudía Latinoamérica. El gobierno cívico-militar, que destituyó a Zelaya, impuso a rajatabla la agenda imperialista anti-obrera y anti-popular del ajuste económico, de la mano de la represión política y social. Inmediatamente se desarrolló un masivo movimiento de resistencia que cerca estuvo de derrotar a los milicos, cacheteando la consciencia de los pueblos de la región, e impactando particularmente en los jóvenes, que en muchos casos veíamos por primera vez un golpe de estado. Sin embargo hoy, a 1 año de ese nefasto 28 de junio, los planes de la oligarquía golpista avanzaron: la dictadura se mantuvo hasta que unas elecciones fraudulentas parieron al gobierno de “Pepe” Lobo, que mantiene lo esencial de la política de Micheletti, represión y asesinatos incluidos.
Desde el NO PASARÁN, el año pasado impulsamos una importante campaña, relacionándonos incluso con jóvenes de la resistencia hondureña. Hoy, creemos que es momento de echar luz sobre los sucesos de Honduras, para sacar las lecciones que nos permitan derrotar al imperialismo y sus socios locales.
Una vieja receta
El secuestro de Manuel Zelaya (presidente elegido por el voto popular) en calzoncillos a la madrugada; su expulsión a Costa Rica; los tanques recorriendo las calles de Tegucigalpa; el toque de queda; la incomunicación; la represión abierta contra miles de hondureños; los asesinatos de miembros de la resistencia y otro tanto de desaparecidos; la censura; las torturas y violaciones a presos políticos… Todo eso hace que, salvando la distancia con la magnitud del genocidio del ´76 en Argentina u otras dictaduras, podamos decir que Micheletti y compañía no inventaron nada nuevo.
El imperialismo y la oligarquía, el poder tras las botas
Un puñado de familias empresarias, de los medios, la banca, los servicios, ligadas al negocio bananero, azucarero, y amparadas bajo el ala del capital transnacional, fue el que golpeó las puertas de los cuarteles. Una serie de medidas que afectaban mínimamente sus privilegios, como un decreto de aumento salarial, bastaron para tomar la decisión. El disparador fue una consulta que se preveía el 28 de junio, para evaluar si se instalaba una cuarta urna en las elecciones de noviembre, donde se vote si se llamaba a una asamblea constituyente.
Honduras es uno de los países más arruinados de Latinoamérica, con 70% de pobreza, y un 45% de indigencia. 200.000 niños sufren desnutrición crónica. Sin embargo no es todo miseria en ese país. El verdadero poder en Honduras lo tiene el imperialismo yanqui. Para graficar: Chiquita Banana (conocida antes como United Fruit Company) exporta casi 22 millones de cajas de banana al año. ¿Cuánto le costaba a esa empresa el aumento de salario? Menos de 10 centavos de dólar por caja.
El podrido régimen político, el parlamento, la corte suprema, la iglesia, y el ejército, todos respondían a esos intereses: como dijo alguna vez el director de la United Fruit, Sam “The Banana Man” Zemurray: “En Honduras, una mula cuesta más que un miembro del Parlamento”.
“El cambio” llegó con Obama: una ofensiva hacia su patio trasero
El golpe sirvió para mostrar, cuál es el verdadero “cambio” que se inició en EEUU. Lejos de las ilusiones de millones a lo largo de todo el globo, que creían en las promesas del “fin de la guerra” en medio-oriente, del levantamiento de la base de Guantánamo en Cuba, y de una política “multilateral” para nuestra región (todas cuestiones que no ocurrieron), el imperialismo enterró una garra más en su patio trasero. Fue el embajador yanqui en Honduras, Hugo Llorens, el que se reunión semanas antes del golpe con militares y empresarios, donde se planearon los pasos a seguir. Obama, jugaba “a 2 puntas”: mientras, para la gilada, denunciaba la “sucesión” (nunca le llamó golpe), en la OEA (Organización de Estados Americanos), dirigía una sinfonía de maniobras, para las cuales contó con el apoyo de la derecha local (Óscar Arias de Costa Rica, Uribe de Colombia, García de Perú, etc.) y, vergonzosamente, de Zelaya y el bloque “progre” de Chávez, Evo, Lula, Cristina, Correa y compañía. Esas maniobras, donde por medio del “diálogo” se cedía todo a los golpistas, fueron fundamentales para desmovilizar a la resistencia, dilatar, ganar tiempo, y lograr que los golpistas lleguen a pasarle el mando a un gobierno fraudulento.
Hillary, en cambio, era un poco más evidente, y calificaba a Zelaya de “irresponsable” en medio del reclamo de la restitución. La frutilla del postre; el avión que secuestró a Zelaya y lo llevó hacia Costa Rica tuvo una “paradita” en la base militar norteamericana en Honduras, Soto Cano (en Palmerolas).
Sin embargo, Honduras no fue un hecho aislado. Al mismo tiempo anunciaban la instalación de 7 nuevas bases militares estadounidenses en Colombia y otras tantas en Panamá, con la excusa del “narcotráfico”, que se suman a las más de 50 que ya poseen en la región. Y unos meses más tarde, aprovecharían el devastador terremoto en Haití para ocupar con decenas de miles de militares lo que quedaba de ese país, y garantizarse el negocio de la “reconstrucción”.
Es que, la crisis económica aceleró las contradicciones de la principal potencia mundial, cuestión que en nuestro continente se tradujo en una política más agresiva, en busca de mayores garantías para sus negocios. Eso sumado a una necesidad más “histórica” de recomponer la hegemonía en Latinoamérica, descuidada con las invasiones en Irak y Afganistán, son las causas más profundas de la ofensiva yanqui.
La resistencia y la política de Zelaya
Lo que sorprendió a muchos, fue el enorme movimiento de resistencia que desató el golpe. Decenas y cientos de miles se llegaron a manifestar diariamente hasta consumado el fraude. Los trabajadores, principalmente del sector público, impulsaron paros, y en algunos casos hasta tomaron dependencias estatales durante días. Comunidades campesinas que venían de reclamar por sus tierras, se sumaron desde el 29 de junio. Las mujeres se destacaron por su valentía, y difundían la resistencia por las casas y los barrios. Y la juventud, estuvo en primera fila en los enfrentamientos con la policía y los militares, y cuenta con el triste mérito de encabezar la lista de asesinados. En las universidades, se encontraban focos de rebeldía que obligaban a los milicos a entrar una y otra vez a los establecimientos, para llevarse de los pelos a los que encabezaban la lucha.
Tan masiva fue la resistencia, que en varias oportunidades el régimen estuvo al borde de la caída, como el 3 de julio en el aeropuerto de Toncontín (cuando Mel sobrevoló durante horas el suelo hondureño), o en septiembre, cuando una multitud se convulsionó tras la llegada de Zelaya a embajada de Brasil en Tegucigalpa.
Pero fue la política de Manuel Zelaya (que viene del partido liberal), apoyada por la dirección del Frente Nacional de Resistencia, la que impidió que se desarrollara con todas sus fuerzas la movilización, y barriera con los golpistas. Mientras los milicos asesinaban a los jóvenes en el aeropuerto, él desde el avión llamaba a “no usar las armas” que el pueblo tiene. Abortaron lo que podría haber sido una demoledora huelga general de masas que atacara el sustento material de los golpistas. Y todo gracias a la confianza en las negociaciones impulsadas primero por el derechista Óscar Arias (que le facilitó a Micheletti la expulsión de Zelaya) y luego por la OEA. En el último acuerdo, propuesto por Obama en una pose “neutral” que no podía engañar ni al ojo menos entrenado, Zelaya ataba de pies y manos al pueblo: se lo restituiría en el cargo unos segundos, pero con un gabinete de mayoría golpista, a condición de legitimar las elecciones fraudulentas de noviembre, de la amnistía a los milicos, y del blindaje de los intereses de la oligarquía, prohibiendo el llamado a una Constituyente (uno de los reclamos centrales de la resistencia). Sin embargo, nada de esto pasó: los diálogos se mostraron obsoletos, y el imperialismo legitimó el fraude de noviembre. Después de eso, la política “pacificadora” de Zelaya, en vez de enfrentar al gobierno de “Pepe” Lobo, fue la de prepararse para las elecciones del 2014, intentando cooptar definitivamente a la resistencia en un partido de “unidad” entre burgueses liberales y el pueblo trabajador.
Las agachadas del “progresismo” latinoamericano
A pesar de la simpatía que despertó la resistencia en amplias franjas de trabajadores y jóvenes en toda la región, los distintos abanderados de las “burguesías nacionales” en todo el continente, se subordinaron a la estrategia del imperialismo en la OEA. Dirigentes como Chávez, que mueven millones, se limitaron a las “amenazas” verbales contra los golpistas, y no llamaron a ninguna movilización, para amenizar el “diálogo”. Ni que hablar del resto. Sólo algunos “gestos”, como los de Lula que abrió las puertas de la embajada, o Cristina que dijo estar dispuesta a viajar en el avión con Zelaya, en medio de los cuáles se disputaban mezquinamente el “liderazgo” regional.
La utopía del “socialismo con empresarios”, del “capitalismo andino”, y de la “autonomía” e “independencia” de los explotadores nativos, se chocaba contra una pared: cuando Hillary proponía, todos se callaban la boca y acataban. Pero si faltara más, para muestra bastó Haití, donde luego de facilitarle a los yanquis tropas “humanitarias” durante 5 años, les regalaron la “reconstrucción”, a fuerza de plomo.
Una perspectiva independiente
Hoy en Honduras, a pesar de que la resistencia sigue viva, se avanza en la legitimación del fraude. En las últimas semanas se dieron a conocer nuevos asesinatos de dirigentes obreros, y hasta de periodistas. No cambió mucho, sólo que ahora mandan a bandas “paramilitares” a hacer el trabajo sucio. Esos son los métodos para imponer un brutal ajuste económico.
A un año del golpe nos volvemos a movilizar en solidaridad con el pueblo hondureño. Es una tarea que tomamos como propia la de difundir la situación y la lucha de la resistencia hoy.
Sin embargo, creemos que también es una tarea, de los que en toda Latinoamérica nos reivindicamos militantes de los trabajadores y el pueblo pobre, sacar las lecciones que nos permitan avanzar. Desde el NP (juventud del PTS + independientes), creemos que en Honduras era necesaria otra perspectiva, otra dirección para los trabajadores y el pueblo, que no se subordinara a los planes de ningún sector empresarial, y desarrollara la autoorganización de las masas para enfrentar en todos los terrenos al régimen e imponer una asamblea constituyente revolucionaria, en el camino de expropiar el poder a la oligarquía golpista.
Y esas lecciones valen para todo el continente, donde en nombre de la “independencia nacional” y la “unidad latinoamericana”, los distintos gobiernos mantienen lo central del dominio imperialista.
De lo que se trata hoy es de fusionar a la juventud con los trabajadores que, hoy como vanguardia, empiezan a despertar (como lo mostró Kraft en Argentina), para poner en pie a la fuerza social capaz de enfrentar al imperialismo y sus socios. Pero sólo podremos evitar nuevos “desvíos” de esa fuerza social, construyendo un gran partido revolucionario de la clase obrera, con un programa independiente de toda variante patronal.
Desde el NP luchamos cotidianamente, codo a codo con los trabajadores y estudiantes, pero con esta perspectiva como norte, la única realista para terminar con el hambre, la explotación y la miseria que ofrecen como única salida a nuestros pueblos.
¡Fuera el imperialismo de Latinoamérica!
E.M.
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